Mi abuela francesa siempre clavaba clavos de olor en la cebolla.
Cuando descubrí el motivo, me sorprendí: ¡nunca había visto algo así! Pero después de probarlo por mí misma, quedé maravillada con este truco. Déjame explicarte para qué sirve.
Puede que el clavo de olor no sea una de las especias más habituales en la cocina, pero su efecto es asombroso cuando se usa correctamente.

Aunque suele emplearse en adobos o para aromatizar bebidas calientes como el vino rosado, tiene muchas otras aplicaciones, especialmente en la gastronomía francesa.
Los franceses son conocidos por su maestría culinaria y la riqueza de sabores en sus platos. En su cocina, cada detalle cuenta.

Durante los meses fríos, cuando escasean las hierbas frescas, existe una solución ingeniosa: la “cebolla giroflé”, una cebolla con clavos de olor incrustados. En Francia, esta técnica consiste en clavar entre cinco y seis clavos de olor en una cebolla para aportar un aroma intenso y sofisticado a los platos.

La cebolla giroflé no solo se usa en caldos, sino también en guisos, estofados y asados. Puede añadirse a la carne, las verduras o colocarse directamente en la bandeja del horno para potenciar el sabor del plato.
Los clavos de olor actúan como un potenciador de sabor natural, realzando los matices principales de la receta. Este truco ha conquistado a cocineros de todo el mundo, ya que incluso los platos más sencillos ganan en profundidad e intensidad.

Si pruebas a añadir una cebolla con clavos de olor a una sopa, un guiso o un asado, notarás cómo tu receta adquiere una nueva dimensión. Más que una tradición culinaria, es una forma creativa y elegante de enriquecer tus platos.

