Un pequeño cascanueces: tesoro del desván
Lo encontré por pura casualidad, escondido en el fondo de una caja polvorienta, en un desván olvidado por el tiempo.
Desde el primer momento me cautivó: su forma sencilla pero elegante, su delicada elaboración… Todo en él parecía hecho con mimo y dedicación.
Lo que no imaginaba entonces era que aquel pequeño objeto me llevaría en un viaje hacia el pasado, a una época en la que los gestos eran precisos, los materiales duraban y los objetos cotidianos se fabricaban con esmero y respeto.
A primera vista, esta modesta caja de madera revela ser un soporte de nogal de finales del siglo XIX, una auténtica joya que combina funcionalidad y belleza con sorprendente armonía.
Tallada en noble madera de nogal, destaca por su calidez, su vetado natural y su sólida resistencia al paso del tiempo.
Fue concebida para contener un solo ovillo de hilo o material de costura, evitando así el desorden en los cajones.
Uno de sus detalles más ingeniosos es la pieza de fieltro colocada en la parte superior: una solución simple, pero eficaz. Sujeta agujas y alfileres con suavidad, ofreciendo un almacenamiento seguro y siempre a mano 🪡.
El color del fieltro no solo aporta un bello contraste frente a la madera oscura, sino que también facilita encontrar los pequeños alfileres metálicos entre las labores.
Pero esta caja es más que un útil de costura: es un testimonio silencioso de otra era. Habla de un tiempo en que se valoraban las manos que hacían, las herramientas que ayudaban y la belleza que habitaba en lo pequeño.
En un mundo dominado por la inmediatez y el consumo rápido, este porta-nueces nos recuerda otros valores: paciencia, cuidado, atención al detalle.
Cuenta la historia de una forma de vida donde cada objeto tenía alma, se reparaba, se cuidaba y se transmitía de generación en generación.
Ya sea como herramienta funcional o como pieza de colección, este pequeño soporte encierra una historia propia: la de la dedicación, la calma y la belleza serena de lo hecho a mano.
Sí, puede que solo sea un cascanueces sencillo, pero también es un tesoro: lleno de encanto, de memoria… y de inspiración.