Estoy seguro de que muchos recuerdan la alegría, el entusiasmo y la inspiración que sintieron al recibir su primer salario. Michael Dougherty no fue la excepción.
En los años 50, mientras aún estudiaba, Michael comenzó a trabajar como aprendiz a tiempo parcial. Cuando cobró su primer sueldo, decidió entregárselo a su madre en lugar de gastarlo, optando por ahorrarlo para un «día lluvioso».
En aquella época, el monto era significativo: algo más de 2 libras, cuando una pinta de cerveza costaba apenas 9 peniques.
Sesenta y dos años después, mientras ordenaba la casa, Michael se topó con ese dinero olvidado en un cajón. La sensación de tener nuevamente su primera paga en las manos fue increíble.
Sin embargo, quien se emocionó aún más fue Margaret Dougherty, la madre de Michael. A sus 104 años, vive en una residencia de ancianos, y allí fue donde su hijo compartió el hallazgo. Margaret se sintió profundamente conmovida.
Ese dinero había permanecido guardado en la casa todos esos años. Al verlo, Margaret lo tomó con fuerza, como si fuera su posesión más valiosa. Y, en cierto modo, lo era: un recordatorio de uno de los momentos más felices de su vida.