A veces el karma necesita un pequeño empujón, y esa noche no pude resistirme a aprovechar la oportunidad perfecta para una venganza divertida. Estaba en un restaurante elegante cuando vi a mi ex prometido cenando con otra mujer. Hace cinco años, él había roto nuestro compromiso después de recibir un ascenso, diciéndome que yo «no era lo suficientemente buena» y que quería a alguien más «culto» a su lado. Aunque en su momento fue doloroso, logré superar la situación y seguir con mi vida.
Avanzamos rápidamente hasta el sábado pasado. Ahí estaba él, ahora con 35 años, exitoso y soltero, disfrutando de una cena. Sentí que era el momento perfecto para jugarle una pequeña broma.
Le pedí al camarero que le llevara una botella de champán con una nota que decía: «Para el hombre que siempre se conforma con el segundo lugar». Su cara se puso roja al leerla, mientras su cita lucía confundida. Conociendo su alergia a ciertos aperitivos, le envié uno de ellos con una nota que decía: «Un pequeño recordatorio de lo que no puedes comer».
Su acompañante se veía cada vez más irritada mientras él intentaba explicarse.
Para el gran final, mi amiga Sarah, que estaba conmigo, se acercó a su mesa fingiendo reconocerlo y preguntó en voz alta: «¿Cómo va tu prometida?
¿Aceptó finalmente lo de la relación abierta?». La mujer, claramente horrorizada, salió furiosa del restaurante.
Me acerqué a la mesa de mi ex con una sonrisa y le dije: «Parece que, después de todo, no era tan ‘poco buena'», y me fui triunfante.
Días después, me enteré de que su relación con Clara había terminado. A veces, la venganza es dulce, sobre todo cuando se mezcla con un toque de vergüenza.
Gracias por leer.