Un hombre, un verdadero fenómeno adicto al trabajo, ha estado cavando un profundo hoyo durante 18 años. Hace casi dos décadas, alguien le susurró al oído o una voz desde arriba le indicó que debía cavar.
Ahora, con 69 años, este salvadoreño sigue levantándose a las tres de la mañana para pasar el día trabajando en su túnel y regresar al atardecer, cargado con unos 40 kilos de tierra extraída de su mina.
Su dedicación recuerda a la de Noé, según se relata en el libro del Génesis. Al igual que Noé, que enfrentó la incredulidad y la falta de apoyo, este hombre también es escéptico para muchos. Sin embargo, hay admiradores y curiosos que desean explorar su túnel. Ninguno ha logrado llegar al final debido a la falta de oxígeno en las profundidades.
El propio hombre está convencido de que solo los elegidos pueden alcanzar el final del túnel, y él se considera uno de ellos.
Curiosamente, no es el único con esta obsesión por la profundidad.
En el desierto de Mojave, en El Paso, suroeste de Estados Unidos, un hombre llamado Schmidt excavó un túnel en la montaña con sus propias manos, con una longitud de 2.087 metros, y tardó 32 años en completarlo.